TRAVESIA DEL CABALLERO SIN MESA REDONDA

TRAVESIA DEL CABALLERO SIN MESA REDONDA
Los Avatares del Caballero en su travesía

Monday, August 01, 2005


ÁNGEL EN LAS POSTRIMERÍAS

Al comienzo nos cuesta hablar de nosotros mismos. Es como si nos desnudáramos ante el mundo, en una especie de réquiem por la continuidad y la ruptura de un destino casi en mea culpa. Al final nos damos cuenta de que en verdad ese desdoblarnos hacia fuera (como desollarnos en plena vida), a veces nos hace falta, nos conviene y nos previene, para saber qué hemos hecho, dónde estamos y hacia qué sitio vamos, en una especie de tránsito o travesía a otra realidad que quisiéramos fuera más soportable, más única, más certera y enmendada, que la anterior.
Me agrada esta manera de llegar, abriendo puertas y ventanas, entrando sin que nadie los hubiera llamado, como un ángel en las postrimerías, sacándome nuevamente de un limbo o vestíbulo en el que antes no era nadie, ni tengo siquiera a alguien que solicite un espacio para mí, porque desde hace un tiempo he decidido comulgar con mi soledad, hacerme de atributos para quererme a mí mismo y soportarme, porque si uno camina con su sombra y ella no se aquieta, entonces será capaz de acometer su resurrección todos los días, asumir la exclusividad de ser selectivo y distanciarse sin pensarlo dos veces.
Algún ángel nos dijo: “Amor que se piensa no es amor”, pero otro pudo agregar que “El amor es la no repetición de la repetición”. Con ellos, y por ello, les digo, que no intento repetir otras escenas con ustedes, ni siquiera dejar desdoblar lo que no quiero, sino que al menos, luego de tanteos e indefiniciones, estoy en la capacidad de aproximarme a otro ser como yo, para extraer de su piel lo que me falta para cubrir la mía, para no malgastarme ni perderme.
Hechas estas declaraciones, les digo que soy un hombre común y corriente, con ciertas precocidades y procacidades, con el alma a flor de piel para entregarla, para desgastarla en alguien que valga la pena y me haga sentir que este sacrificio de encontrarnos es lo máximo, de entregarnos como si todo hubiese pasado en un instante para ser y hacer, para conseguir la dicha de ordenar nuevamente la vida en un bienestar que siempre es porvenir, que no me lastima ni me da temor, sino que al contrario, me sonsaca y me lanza a una embestida por inquietud, por ganas de tomar lo que uno ignora que es todo suyo, porque antes lo fue, o lo fuimos, en otro espacio de otras vidas, por qué no.
Admiro estas ganas de adueñarse de una vida que aún no les pertenece, y sin embargo, se lanzan a habitarla, como una vez cuando fui más joven, y metía las narices donde no me llamaban o me impedían acceso, y yo sin embargo me escapé mil veces: me adentraba en esos recónditos espacios tan adultos, porque quería vivir también vidas prestadas, pasadas, o quién sabe qué.
Soy un tímido que se viste cual descarado, para lograr apegarse a lo que quiere o, simplemente, pretender retomar y conformar. Siempre he creído que uno tiene que lanzarse y ser un atrevido para lograr las cosas, pues ellas están en todas partes, y es uno mismo quien tiene que tomarlas y moldearlas, hacerlas suyas para empezar a ser más que un auras mediocritas, un ser menos común entre todos los mortales.
Por eso les escribo, porque en mi desvarío siempre he querido, esperado y aspirado a alguien que se adueñe de mi vida, en la misma medida en que yo también haga reino con y por la suya, en una especie de solidaridad e intimidad recíproca. No un ser que quiera solamente por Amén, sin amar la inercia en su propio desdén: un ángel que lo habiten, sin tener que dar nada a cambio, ni siquiera pedir o exigir, tan sólo que le den.
Claro que encontrar eso siempre ha sido muy difícil y hasta increíble de que exista, pero como me considero un ángel que no escarmienta, que va por la vida revalorizando y componiéndolo todo, como en un perenne rompecabezas, aspiro al menos intentarlo, para vanagloriarme de que pude encontrarlo, si acaso aquello sucediera.
Creo que siempre hay posibilidades de subsistencia en todos los ámbitos, pero yo quisiera un hábitat propio, una especie de colmena inaccesible, donde acampáramos solamente para libar los cuerpos sin gastarnos, y luego regresar al vuelo de los ojos, en un océano de miel pura para reconquistarnos cada día, donde volver y revolver sin redomarnos, ni redimirnos, para darnos siempre de comer y de beber.
Así veo el amor y la pareja, como una constante vuelta y revuelta de amaneceres sin descanso, en una libación y enamoramiento constante, con la sola idea de la reconquista, para no tener que perdernos nunca en otra celda infinita que no sabemos si va a ser dicha quimérica; o un simple zángano que nos invita a un sortilegio sin magia y corazón.
Tengo tantas cosas que contarles, pero a la vez quiero florecerles; quiero perfumar este encuentro con las ganas de quien funda un nuevo tiempo para ustedes, por nosotros.
Comenzaré por decirles que desde hace mucho tiempo soy como soy, con la certeza de encontrarme en un cuerpo como el mío, en una soledad que pueda responderme en mi propio ámbito y desde mis propias necesidades primigenias.
Claro que como siempre amé la fidelidad y la lealtad me he perdido en algunos caminos inciertos, pero tampoco los desdeño, porque me han dado la medida de quien soy y adonde quiero ir. Porque anhelo un alguien que se mezcle y fusione conmigo en una suerte de entrega sin descanso, en una búsqueda que para nada significa sumisión o vasallaje, al contrario, en un levantarnos, para hacer que la vida valga para los dos igualmente; que la inversión sea mutua, y por tanto el barbecho, que se vuelva provecho y porvenir al mismo tiempo, para que no tengamos que reclamarnos nada, y deambulemos juntos con los cuerpos enhiestos y los corazones estrenados de éxito y bondad, de continuidad sin ruptura. Que sea una plusvalía de ambos, una capitalización de energías, de todos y por todos, que se socializan mutuamente. Y aquí no niego mi herencia marxista, pues creo en la dialéctica de los cuerpos y del corazón, y en la ley de negación de la negación, en el espíritu y grandeza de las individualidades.
He ahí mi eclosión de los sentidos y mi espiritualidad, porque me considero un ser tierno que se entrega a una búsqueda de los placeres, como el gran sibarita que soy (un hedonista y epicúreo por excelencia), que se permite celebrar la vida desde los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo (aunque haya un extremo de mí que no se desdoble), y que también vive y toma y funda lo que uno quiere del otro, y viceversa.
Ahora estoy en una especie de encrucijada, en un reencuentro conmigo mismo, y creo que aparezco cotejándolo todo, cortejándolo todo y a todos, en la búsqueda de un entorno que me devuelva mi quietud, pero desde mi inquietud misma, sin que hagamos dejación cada uno de su identidad y su quehacer, sino que sea un encuentro para activar-reactivar no sólo los cuerpos y las ganas, sino los ámbitos comunes y dispersos, aunándolos y expandiéndonos en todos los sentidos del éxito y del placer.

AMADO LEAL CABALLERO
Caracas, 6 de marzo del 2005.